El problema

El monje guardián del monasterio budista, falleció. Después del funeral, el monje maestro comenzó a pensar qué monje debía asumir las funciones de guardián que el difunto tenía.

Debía ser alguien que demostrara una gran sagacidad y capacidad para resolver problemas de un modo simple, directo. Basándose en estas premisas, ideó un modo para encontrar al mejor candidato.

Convocó a todos los monjes en la sala más grande del monasterio, y en el centro colocó un bello jarrón de porcelana con una hermosa flor.

Todos los monjes miraban con gran atención. Entonces, el maestro dijo:

He aquí el problema. El monje que lo resuelva, será el nuevo monje guardián del monasterio.

Los monjes observaron confundidos, pero con gran atención, el jarrón y la flor. No sabían muy bien a qué se refería el maestro con el problema y su resolución. En la sala reinaba el silencio más absoluto, sólo interrumpido en ciertos instantes por algún suspiro.

Todos se preguntaron qué representaría el bello jarrón y la flor, qué hacer con él, cuál podía ser el enigma a resolver…

¿Quizá meter agua para la flor? ¿Sacar la flor del jarrón…?

Se les pasó muchas cosas por la cabeza…

Minutos después, uno de los monjes se acercó al jarrón, miró a los demás y al maestro. Acto seguido, cogió el jarrón y lo arrojó con todas sus fuerzas a través de la ventana.

Se inclinó a modo de reverencia y volvió a su lugar. Entonces, el maestro dijo:

— Nuestro compañero ha resuelto el problema: lo ha eliminado. Hermanos, honremos a nuestro nuevo monje guardián…

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A veces, quizá más de las que creemos, la resolución de un problema es sencillamente eliminar o remover aquello que lo provoca.

Estamos tan enfocados en ver su magnitud, su complejidad, su importancia, que al buscar la solución, se nos escapa que resolverlo posiblemente sea tan fácil como eliminar lo que lo provoca, la causa, y que tratar de modificar o mejorar esa causa, jamás lo va a resolver, o por lo menos, no lo va a resolver del todo.

Para una vida más sencilla, basta con que eliminemos todo aquello que sea innecesario, redundante o que no encaje con nosotros o con nuestros proyectos.

Lo fácil, es hacerlo difícil. Irónicamente, una vez simplificamos la ecuación eliminando lo innecesario, el problema se resuelve, fácilmente…

Desde la ventana del Monasterio

El potencial de los obstáculos

Un joven e inexperto agricultor tenía la costumbre de hablarle continuamente a Dios. Le rezaba, le contaba sus cosas… También le regañaba cuando no estaba de acuerdo con algunos sucesos aparentemente «injustificables» que Dios permite.

En una de las ocasiones en las que regañaba a Dios por los problemas que tenía a la hora de trabajar el campo, se manifestó delante de él una luz dorada con destellos que formaban un precioso arcoíris. La luz brillaba con una intensidad que sobrepasaba con mucho el brillo más potente de un sol de mediodía.

El joven supo al instante que era una manifestación de Dios. Se sentía infinitamente feliz y sorprendido, tanto por la aparición como por estar mirando una Luz que de intensa que era, debería cegarle y sin embargo, no le hacía daño a los ojos.

Unos instantes después, una profunda y amable voz, dijo:

¿Qué crees que Yo debería hacer para que fuera mejor el trabajo en el campo?

El joven titubeó unos instantes. Estaba extasiado ante semejante sorpresa. De repente, reaccionó y dijo de la forma más respetuosa que pudo:

Dios, permíteme durante un año hacer que el clima sea como yo quiera, así conseguiré la mejor cosecha posible. Aunque seas Dios, creo que puedo demostrar que si haces que el clima se comporte de otra manera habrá mejores resultados. Y luego podrías hacerlo en todo el planeta de la misma manera y así erradicar la pobreza al crecer siempre buenas cosechas. – Contestó inocentemente el joven.

Así sea. – Decretó Dios. Poco después, la intensísima Luz que le representaba, pareció arquearse, como formando una sonrisa, y desapareció lentamente ante la mirada atónita del joven.

Inmediatamente comenzó a hacer uso del poder divino que se le había otorgado. Dispuso cómo debía comportarse el clima: siempre buen tiempo, sin grandes tormentas, sin heladas, sin vientos… Sin ningún problema o aparente peligro para la cosecha.

Hizo que el clima siempre fuera agradable. Estaba seguro de que con un clima siempre benigno el trigo crecería mejor que nunca.

Bajo esas premisas, transcurrió un año aparentemente perfecto…

Cuando llegó el momento de cosechar, comprobó que el trigo era de peor calidad que nunca. La sorpresa del joven fue enorme. Entonces, le preguntó a Dios:

Dios… ¿¡Cómo es posible!? ¿¡Qué ha fallado!? ¡Si le di sólo lo mejor!

— Justo esa ha sido la causa, sólo le diste «lo mejor». Has dispuesto un entorno sin contratiempos, sin desafíos. No tenía en contra una resistencia a la que hacer frente que le obligara a crecer con más fuerza. Por lo tanto, no le diste al trigo la oportunidad de desarrollarse con todo su potencial. No había nada que le obligase a dar lo mejor de sí mismo. Los desafíos, los obstáculos, los problemas… son necesarios, porque éstos ponen a prueba e incrementan la fuerza de aquello que desafían. Por eso las inclemencias del tiempo son necesarias. Todo en este universo tiene su razón para existir. Incluso lo que tú crees que no es bueno…

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Esta cándida e inocente fábula, sirve para poner de manifiesto la conveniencia de tener obstáculos en la vida. Es completamente normal querer que cualquier cosa que hagamos esté exenta de problemas, que no surja ningún tipo de obstáculo. En definitiva, que todo vaya «como la seda». Sin embargo, la mejor forma de alcanzar la excelencia, el mejor modo de que alcancemos nuestro máximo potencial, es superando los obstáculos que aparecen en la Vida.

Si no hubiera en nuestra vida ningún tipo de problema u obstáculo, si todo fuera siempre «bien», ¿cómo podríamos conocer nuestros límites y explotar nuestro potencial?

Cuando aceptamos que lo «buena» o «mala» que es la Vida con nosotros depende solamente de lo que hacemos con las circunstancias, adquirimos serenidad.

Cuando adaptamos nuestra actitud para sacar el mayor provecho posible de cualquier circunstancia, aprendemos a fluir.

Cuando aprendemos a aceptar la naturaleza de las cosas, aprendemos a ser sabios y dejamos de proyectar nuestras propias sombras hacia las circunstancias o hacia nuestros semejantes.

Lo que sucede en nuestras vidas que nos lo hace pasar mal, los obstáculos, los problemas, en realidad son necesarios, porque nos invitan a superarlos, y por lo tanto, a ser mejores.

No sabemos lo fuertes que somos hasta que ser fuerte es la única opción para seguir adelante.

Los obstáculos nos invitan a alcanzar nuestro máximo potencial…

Relacionarnos de forma inteligente: respeto o aceptación

Un hombre estaba de visita en el cementerio, en la sepultura de su mujer. Mientras se inclinaba para poner unas flores, vio a una mujer de rasgos orientales que ponía en una tumba un plato lleno de algo que parecía arroz.

Guiado por la curiosidad, se acercó para cerciorarse de si efectivamente era un plato de arroz. Cuando se aseguró que así era, preguntó entre irónico y bromista:

Disculpe señora. Con todos mis respetos, ¿cree que su difunto vendrá a comer el arroz?

A lo que la mujer oriental contestó:

Vendrá a comer el arroz cuando el suyo venga a oler las flores, por supuesto.

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El respeto auténtico no significa que comprendamos a la otra persona, sino que la aceptamos como es, siempre que esa persona actúe dentro de los límites razonables de su libertad, naturalmente.

A veces juzgamos o prejuzgamos sin conocer o entender. Nos burlamos, criticamos, discutimos, dejamos de hablarnos, nos entrometemos, etc., y todo esto por no aceptar o respetar a los demás como son.

Olvidamos o no tenemos en cuenta que nuestra percepción de las cosas está directamente relacionada con nuestras creencias, con lo que sabemos o creemos saber y con nuestras experiencias.

¿Realmente nuestro bagaje es el mejor, el más correcto, el que más se acerca a la «verdad»?

El mundo es como es. Lo que vemos o interpretamos de él, es un reflejo de lo que albergamos en nuestro interior. Vemos lo que proyectamos. Vemos lo que somos.

Por eso no podemos ser siempre justos.

Por eso debemos aprender a aceptar y respetar a las personas como son, o como creemos que son…

flor-arroz

 

El mayor obstáculo.

Una tarde de verano muy calurosa, fui a pasear cerca de la orilla del río cercano al pueblo donde estaba pasando unos días de vacaciones. El calor provocaba que no parase de sudar, por lo que bebía agua con mucha frecuencia.

Justo cuando estaba pensando en que no me sentía saciado por más que bebía, vi a un perro que se acercaba al río, seguramente con intención de beber.

Me llamó poderosamente la atención que el can trataba de acercarse, pero apenas se atrevía. Se acercaba, inclinaba su cabeza para beber y en cuestión de un segundo, retrocedía mientras ladraba con fuerza.

Esto me causó una gran curiosidad, así que me acerqué para averiguar qué provocaba tan extraño comportamiento. Entonces me percaté del motivo por el cual el perro retrocedía cada vez que se acercaba al agua: confundía su propio reflejo con el de otro animal y esto le asustaba.

Cuando el perro se asomaba al agua cristalina del río que fluía con lentitud, veía su reflejo y retrocedía rápidamente muy asustado. Pocos segundos después, volvía a intentarlo acercándose con cautela y miedo. Seguro que lo que le empujaba a seguir intentándolo a pesar del miedo, era la sed que debía sentir el pobre animal debido al insoportable calor.

Sentí el impulso de darle de beber de mi botella, pero opté por observarle. No quería privarle de la oportunidad de aprender de esta situación. Además, estaba prácticamente seguro de que finalmente el perro sacaría fuerzas de su necesidad… O tal vez…. permitiría que su miedo se apoderase de él, en cuyo caso yo le ayudaría. Quería saber si mi suposición de que lo lograría gracias a su necesidad de beber era correcta, o si finalmente se dejaría vencer por el miedo…

Después de unos minutos y de un aullido, el perro se lanzó al agua. Por supuesto, la imagen que el animal creía que era otro perro enemigo, el obstáculo que su creencia había creado, desapareció…

Y así fue como, al enfrentarse a su supuesto enemigo, aquel perro venció el mayor obstáculo:

Él mismo…

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En la Vida nos aguardan diversas situaciones que nos ponen a prueba. Situaciones que aparentemente se escapan a nuestro control o que suponen tener que hacer cosas que normalmente no hacemos. Acontecimientos que nos llevan a tener que salir de nuestra zona cómoda. Tenemos tendencia a proyectar hacia los hechos y las personas nuestros defectos, nuestros temores… Y lo que tenemos que hacer en realidad, es mirar dentro de nosotros mismos.

El peor enemigo posible, el mayor obstáculo, está en nuestro interior. Probablemente muchas más veces de las que somos conscientes nos hemos saboteado a nosotros mismos, por temores conscientes o inconscientes. El autosaboteo puede venir de no sentirnos merecedores de algo, o porque albergamos una creencia que limita lo que estamos dispuestos a aceptar  en nuestra vida, o cualquier otro tipo de creencia limitante. Las peores son las creencias limitantes de las que no somos conscientes.

Cuando nos sintamos bloqueados, cuando no nos sintamos «capaces» de superar una situación, de avanzar en algún momento de nuestra vida, lo mejor que podemos hacer es hacernos conscientes de nuestro motivo, de nuestro porqué y aferrarnos a él, para inmediatamente, actuar a pesar del miedo o de la excusa que estemos utilizando para justificar nuestra pasividad o inacción. Tal como hizo nuestro amigo perruno de la historia: saltemos, actuemos a pesar de los miedos o de los bloqueos.

El mayor obstáculo somos nosotros mismos. Por eso está en nosotros mismos superarlo…

Carta a los Reyes Magos 2014

Queridos Reyes Magos:

En su sabiduría, Sus Majestades saben que todo el sufrimiento y dolor en este planeta viene dado por nuestros pensamientos, porque de éstos derivan nuestros actos.

Ustedes saben que lo que pensamos y creemos, puede determinar nuestra actitud ante la vida.

Saben que estos pensamientos y creencias también nos condicionan ante las personas que comparten nuestra vida, y determinan la cantidad y el tipo de personas que conoceremos.

Saben que nuestros sentimientos nacen y se forman en gran medida por nuestros pensamientos, que nos sentimos bien o mal en función de en qué nos enfocamos.

Este año les voy a pedir que nos ayuden a ser conscientes del poder de nuestros pensamientos en nuestras vidas. Que nos ayuden a ver lo importante de nuestras creencias, de lo esencial de lo que entendemos como «posible» o «imposible».

Les pido nos ayuden a enfocar correctamente nuestros pensamientos, a que nos centremos sólo en lo positivo que la vida nos ofrece, y más importante aún, que nos ayuden a darnos cuenta de las oportunidades que esconden los problemas y las personas difíciles.

Una vez más, les pido nos ayuden a reencontrarnos con ese niño o niña que una vez fuimos. Que seamos capaces de ver las cosas como un niño las vería: sin prejuicios, con energía, con ilusión, con amor.

Muchísimas gracias Sus Majestades.

 

¡FELIZ NAVIDAD 2013!

Estamos en fechas en las que tenemos ilusión, lo pasamos bien, hacemos balance de lo que hemos hecho… Nos proponemos objetivos para el año que está a punto de nacer, queremos mejorar y prosperar en todos los niveles.

La prosperidad no puede venir sólo por el intelecto. Nuestro avance y mejora tiene más que ver con los sentimientos, con el corazón. Sentirnos bien con nosotros mismos, es esencial. Para ello es necesario  que trabajemos para ser nuestra mejor versión. No importa si no lo conseguimos, lo importante es que tengamos la certeza y la satisfacción de hacer lo posible cada día por tratar de lograrlo.

Seamos lo suficientemente humildes para reconocer que podemos mejorar, para entender que no lo sabemos todo y que cada día podemos aprender cosas nuevas que nos ayuden a ser mejores; reconozcamos que cada día podemos amar o querer a nuestros semejantes mejor, y especialmente a nosotros mismos.

Como bien ha dicho el Dalai Lama, el amor y la compasión no son lujos, sino necesidades básicas porque sin ellos la humanidad no podría sobrevivir.

Seamos conscientes de que cada día es una nueva oportunidad para ser la mejor versión de nosotros mismos. Estas son unas buenas fechas, aunque tan buenas como cualquier otro momento, para tomar conciencia y trabajar por ser nuestra mejor versión, para de este modo, hacer un mundo mejor.

¡Felices Fiestas! ¡Feliz Navidad a todos! 🙂