Comparto dos historias de amor verdadero, de amistad incondicional, pura y auténtica de seres que carecen de prejuicios y de esquemas mentales limitantes. Dos animales, dos aves, que amaban a sus dueños a su elemental y profunda manera:
Kira es un águila que cada semana vuela hasta… la tumba del que fue su dueño…
Alejandro llegó a ser uno de los cetreros más precoces de Pontevedra. Apenas habiendo entrado en la veintena, ya se había convertido en un experto en el arte de la cetrería. Fue el «padre» de seis aves rapaces que había adoptado. Él decía que más que una afición, era una pasión. Los consideraba como sus hijos, y de hecho los cuidaba como si fuera su padre. Lamentablemente, de forma muy prematura, su labor terminó con su fallecimiento, meses después de cumplir 20 años.
Parte de ese cariño y amor que profesaba a sus aves, le rinde homenaje cada semana. Kira, una de las águilas que él cuidaba, a la que enseñó a volar y se convirtió en su inseparable compañera, le visita junto a sus padres en el cementerio de Tui cada semana. Ellos dicen: «No sabemos por qué lo hace, tampoco queremos ni necesitamos saberlo. Simplemente nos gusta y nos tranquiliza. A Kira le afectó mucho la pérdida de Álex, y siempre que escucha su voz en algún vídeo o grabación, o su nombre, reacciona como buscándolo y se pone nerviosa».
El vínculo con Alejandro que el águila Kira ha demostrado, sobrepasa cualquier límite natural conocido.
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«Sé buena. Te amo». Fueron las palabras de despedida del loro Alex a su dueña la noche antes de morir, como si hubiera intuido que iba a fallecer esa noche y quisiera despedirse de su dueña expresando con su limitado lenguaje sus sentimientos.
Este loro nacido en 1976, fue identificado como el loro más inteligente del mundo. Se trataba de un loro gris de África, que fue objeto de estudio por parte de la que fue su dueña, la psicóloga de animales Irene Pepperberg. Alex era el acrónimo de Avian Learning Experiment (Experimento de aprendizaje aviar). Llegó a desarrollar una inteligencia equivalente a la de un niño de unos cinco años. Logró manejar un vocabulario de alrededor de 150 palabras, y era capaz de identificar objetos, formas, colores, números, a distinguir tamaños, etc. Cuando hacía algo mal decía «Lo siento» y cuando estaba cansado pedía volver a la jaula diciendo «Quiero volver». Cuando se marchaba Irene le solía preguntar «¿Volverás mañana?».
Falleció con 31 años, aún joven para la media de 50 años de su especie. Además de una inteligencia sobresaliente, demostró un amor genuino por la psicóloga que le enseñaba y cuidaba.
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¿Qué es el amor? Difícil expresarlo con palabras. Sin duda son los hechos más primarios, más sencillos, directos, sin dobleces, los que podrían definir de alguna manera el sentimiento más sublime, el estado del ser más elevado.
Precisamente el amor de algunos animales por los seres humanos lo puede definir con hechos, sin palabras. Puede que alguien piense que esto obedece a intereses del animal por el cobijo o la comida, pero esta idea se desmorona cuando nos encontramos casos de perros que han dado la vida por sus amos defendiéndolos de otros animales más grandes y fuertes que ellos.
Ellos tienen la ventaja de una mentalidad preclara, tan simple como pura. No juzgan y carecen de rencor. Sólo nos ven tal y como somos, y nos aceptan así. Son en este sentido un ejemplo para nosotros, los supuestos seres racionales pero que se comportan irracionalmente movidos por formas de entender la vida, por prejuicios, malas interpretaciones o por lo que creemos saber. El mundo sería un lugar mejor si aprendiéramos a mirar a nuestros semejantes desde esa posición pura, inocente, sin mancha alguna. Sólo así podríamos corresponder de forma precisa y justa a quien realmente lo merece, y apartar sana y amorosamente de nuestra vida a quien, de verdad, no merece nuestro amor.
Feliz día del amor y la amistad.