No me interesa…

No me interesa lo que haces para ganarte la vida. Lo que quiero, es saber que es lo que deseas y si te atreves a soñar con encontrar lo que tu corazón anhela.

No me interesa cuántos años tienes. Quiero saber si te arriesgarías a parecer tonta por amor, por tus sueños, por la aventura de estar viva.

No me interesa saber qué planetas están alineados con tu luna. Quiero saber si has tocado el centro de tu propio dolor, si las traiciones de la vida te han abierto o si te has marchitado y cerrado por el miedo al dolor futuro.

Quiero saber si puedes sentarte con el dolor, el mío o el tuyo, sin intentar ocultarlo, desvanecerlo o arreglarlo.

Quiero saber si puedes vivir con alegría, la mía o la tuya, si puedes bailar con desenfreno y permitir que el éxtasis te llene hasta la punta de los dedos de manos y pies, sin advertirnos que seamos cuidadosos, que seamos realistas, o que recordemos las limitaciones de los seres humanos.

No me interesa si es verdad la historia que me cuentas. Quiero saber si puedes decepcionar a otra persona para serte fiel a ti misma, si puedes soportar la acusación de traición y no traicionar a tu propia alma. Si puedes ser «desleal» y, por lo tanto, digna de confianza.

Quiero saber si puedes ver la belleza de cada día, aunque no todos parezcan hermosos, y si puedes realizar tu Vida en cada uno de ellos.

Quiero saber si puedes vivir con el fracaso, el tuyo o el mío, y a pesar de ello, gritar desde el borde del lago en una noche iluminada por la luz de la luna llena: «¡Sí!».

No me interesa saber dónde vives ni cuánto dinero tienes. Lo que quiero, es saber si puedes levantarte después de una noche de dolor y desesperación, agotada y golpeada hasta los huesos, y hacer lo que hay que hacer para seguir adelante.

No me interesa quién eres o cómo llegaste hasta aquí. Quiero saber si te quedarás en el centro del fuego conmigo sin huir.

No me interesa en dónde o qué o con quién has estudiado. Quiero saber qué es lo que te sustenta desde adentro cuando todo lo demás se desmorona.

Quiero saber si puedes estar sola contigo misma, y si verdaderamente te agrada la compañía que llena tus momentos vacíos.

Traducción libre y modificada por Javier Martín del bello y extraordinario poema «The Invitation», de Oriah Mountain.

¿Influyen las creencias en el progreso?

Nuestro modo de pensar está integrado por un núcleo duro de prejuicios, creencias, valores y expectativas que finalmente se refleja en nuestra actitud. Es lo que provoca que en muchas ocasiones seamos reactivos ante sucesos que según nuestras creencias, están «mal».

Por ello debemos identificar aquellas actitudes o reacciones viscerales que se producen ante una situación o persona. Ser conscientes de estas actitudes que no conducen a nada productivo, identificarlas y posteriormente, analizarlas para encontrar su origen, es fundamental para mejorarlas.

Creencias o prejuicios aparentemente triviales como por ejemplo, entender que es una falta de respeto que alguien llegue tarde o que te interrumpan mientras hablas, o dar por hecho que una persona mayor no tiene capacidad para estudiar, etc., son ejemplos de creencias limitantes y que hacen que se tomen determinadas actitudes negativas, sin ni siquiera cuestionar la validez del contenido o significado de dichas convicciones.

Nuestras creencias influyen también en cuestiones que podríamos considerar más importantes, como por ejemplo, las relacionadas con la religión o la política. Cuántas veces hemos sido testigos de enfrentamientos terribles por cuestiones relacionadas con esos temas, provocados por creencias diferentes por parte de los protagonistas de ese tipo de discusiones.

Tus creencias hacen que interpretes las circunstancias de un modo u otro. Como se dice en PNL (Programación Neurolingüstica), «el mapa no es el territorio«, lo cual quiere decir que nuestra realidad, la que percibimos o entendemos de lo que acontece a nuestro alrededor, no siempre se corresponde con lo que hay realmente.

En definitiva, nuestras creencias influyen absolutamente en nuestro avance personal, y, por lo tanto, en el progreso general. Por ello debemos mejorar la calidad de nuestros paradigmas o creencias. Una autocrítica honesta es necesaria: examinar y contrastar lo que creemos, diálogos constructivos con otras personas, intercambio de ideas, desde una perspectiva sana, dando prioridad a llegar a soluciones óptimas y no a ratificar nuestras creencias (o querer llevar la razón),  es necesario para progresar.

 

 

«Las creencias son los móviles de la actividad humana.» José Ingenieros

La dinámica de los cambios

La Vida se divide en tres períodos: lo que fue, lo que es y lo que será. Aprendamos del pasado para aprovechar el presente y del presente para tener un mejor futuro.

Aunque queremos mejorar nuestras vidas, somos esclavos de la rutina: los mismo hábitos, el mismo trabajo, el mismo partido político :D, los mismos amigos aunque éstos nos resulten “tóxicos”, etc., que no tratamos de cambiar porque, en general, nos asustan los cambios. Y cuando finalmente vencemos nuestros temores y nos animamos a hacerlo, tratamos de cambiar las circunstancias externas, obviando que lo que ha de cambiar primero, somos nosotros mismos.

Nuestras creencias definen nuestra Realidad.

Para acometer los cambios, nos basamos en nuestras creencias o paradigmas de la Vida. Miramos el mundo y queremos «cambiarlo», sin ser conscientes de que la forma en la que lo vemos es en realidad un reflejo de nuestro modo de pensar y sentir, e intentamos cambiar ese reflejo en lugar de cambiar nosotros. Sería algo así como tratar de peinar a la persona que ves en el espejo en lugar de peinarte tú.

Nuestra mente subconsciente juega un papel muy importante en nuestra vida, y por ello siempre debemos estar muy atentos a las sensaciones que nos producen las personas y las situaciones. Debemos evitar que las creencias que gobiernan nuestras vidas, nuestros paradigmas, se anclen sin posibilidad de revisión y renovación, porque no siempre serán acertadas, no siempre serán las mejores, y si lo fueran, cabe la posibilidad de que surjan nuevos y  mejores paradigmas o creencias.

Necesitamos un Propósito para el cambio.

Podríamos decir que el propósito es el combustible que mueve nuestro motor. El Propósito genera Emoción, y la emoción, genera Acción. Para conocer nuestro actual propósito si no lo conocemos, debemos observar nuestra vida. ¿Dónde centramos la atención? ¿En lo mal que estamos? ¿En lo bien? ¿Nos queremos o nos sentimos indignos? ¿Cómo nos sentimos con lo que solemos pensar? Las respuestas a preguntas como éstas pueden darnos una idea de nuestro actual propósito en la Vida.

El modo en el que podemos conocer nuestro propósito es observando en qué cosas solemos fijarnos. Lo que nos gusta, aquello con lo que más disfrutamos en líneas generales, no sólo en momentos puntuales. A partir de ahí, podremos establecer nuestro propósito. Un ejercicio de honestidad total es necesario. Tal vez si sólo nos centramos en los problemas, es que realmente formamos parte de ellos y no de la solución: fijarse sólo en los problemas y no en buscar soluciones, sería algo así como manifestarse contra la guerra en lugar de manifestarse por la paz. Es necesario por tanto, centrarnos en lo que queremos para encontrar nuestro propósito.

Debemos convertirnos en el cambio que queremos ver en el mundo.

Ghandi.

 

Cuestión de actitud

¿Qué ves? ¿Una anciana? ¿Una joven? ¿Ambas? ;)Inmediatamente después de casarse la joven, se marchó a vivir con su marido y la madre de éste.

Pasadas unas semanas, se dio cuenta de que era totalmente incompatible con su suegra.  Eran radicalmente diferentes. La joven no podía soportar las costumbres de su suegra, lo que provocaba frecuentes enfrentamientos. Y el carácter de la anciana era tan agrio que hacía sufrir enormemente a la joven.

Cada vez discutían más y más… Se le hizo totalmente insoportable, hasta el punto que pensó en provocar la muerte de su suegra.

Casualmente, escuchó hablar de un eminente psicólogo, con fama de ser capaz de resolver todo tipo de conflictos y problemas psicológicos. La joven estaba extremadamente agobiada por la convivencia con su suegra, pero sobre todo, por las ideas cada vez más insistentes de matarla, así que no dudó un segundo en ir a visitar a este psicólogo tan extraordinario para pedir consejo.

En la consulta, la joven le contó todo acerca de la relación con su suegra, incluyendo la oscura idea que últimamente le rondaba sin cesar, de acabar con la vida de la anciana.

El psicólogo la miraba atentamente sin mostrar ningún gesto que delatara lo que pensaba. Sólo frunció el ceño, cuando tras meditar unos instantes, dijo que le esperase unos minutos, que tenía que salir un momento. Cuando volvió al cabo de un rato, le dio a la joven una bolsa con hojas secas machacadas. Después de especificarle cómo se utilizan,  le dijo:

— Como ya te he explicado, estas hierbas roban la fuerza vital de una persona, hasta que fallece. Para no levantar sospechas, tendrás que utilizarlas en pequeñas dosis, para que vayan haciendo efecto poco a poco. Mientras el momento de su fallecimiento llegue, deberás tratar a tu suegra con mucho cariño, como si fuera tu propia madre.

Hizo mucho hincapié en lo de ser muy cariñosa con su suegra. La joven observaba sorprendida y con gran atención a aquel psicólogo, que lejos de tratar de persuadirla de semejante idea, la animaba a realizarla. Él, hizo una pausa, y arqueando las cejas, continuó diciendo:

— No discutas con ella y ayúdala en todo lo que puedas. Es muy importante, absolutamente vital que hagas esto para que nadie sospeche de ti cuando llegue el momento que esperas. Ven a mi consulta cada once días para contarme cómo va todo y llámame siempre que lo necesites.

La joven realmente estaba muy confusa y extrañada de que el psicólogo no la cuestionara e incluso alentara la oscura idea de deshacerse de su suegra. No obstante, esto la hizo sentir relativamente aliviada y al día siguiente, comenzó a poner pequeñas dosis de las hierbas en la comida de su suegra, y con especial cuidado en cambiar su actitud hacia su suegra, tal como le había indicado el psicólogo.

Comenzó a tratarla de forma amable y cariñosa, evitando caer en la tentación de perder la paciencia con ella, a pesar de las continuas salidas de tono y manías de la anciana.

Después de un tiempo, la relación entre la joven y la anciana, había cambiado completamente. La joven era cariñosa de forma natural con la anciana, y ésta igualmente había cambiado sus modos agrios y desagradables por una amabilidad natural. Entre ambas surgió una gran empatía y se tomaron mucho cariño. Desaparecieron las discusiones y se sentían muy a gusto juntas. Su relación comenzó a parecerse a la de una madre y una hija.

La joven dejó de echar el preparado de las hierbas a la comida de su suegra, y en la última visita al psicólogo, le explicó la nueva situación.

— Mi suegra ha cambiado totalmente. Ahora es una persona cariñosa, me trata y me quiere como si fuera su hija, y el sentimiento es mutuo. Me arrepiento enormemente de haber pensado siquiera en envenenarla. ¿Se puede deshacer el daño que le haya podido hacer a su cuerpo?

El psicólogo, sonriendo le contestó:

— Puedes estar tranquila. Las hierbas que te di son inofensivas. En realidad  tu suegra no ha cambiado. Quien cambió, fuiste TÚ. El ‘veneno’ estaba en  ti, en tu Actitud. Has vivido lo que sucede cuando cambias una actitud negativa y llena de prejuicios por una actitud amorosa y sin expectativas. Tu suegra, sencillamente, te ha correspondido de la misma manera…

 

Ser Feliz es cuestión de Actitud.

Casi todas las cosas buenas que suceden en el mundo, nacen de una actitud de aprecio y consideración a las personas.

El sentido de las cosas no está en las cosas mismas, sino en nuestra actitud hacia ellas.

Si quieres cambiar el mundo, empieza por ti.

Lo que destruye y lo que engrandece a los seres humanos

Le preguntaron a Mahatma Gandhi cuáles son los factores que destruyen al ser humano. Él respondió así:

La Política sin principios, el Placer sin compromiso, la Riqueza sin trabajo, la Sabiduría sin carácter, los Negocios sin moral, la Ciencia sin humanidad y la Oración sin caridad.

La vida me ha enseñado que la gente es amable, si yo soy amable;

que las personas están tristes, si estoy triste; 

que todos me quieren, si yo los quiero;

que todos son malos, si yo los odio;

que hay caras sonrientes, si les sonrío;

que hay caras amargas, si estoy amargado;

que el mundo está feliz, si yo soy feliz;

que la gente se enoja, si yo estoy enojado;

que las personas son agradecidas, si yo soy agradecido.

La vida es como un espejo:

Si sonrío, el espejo me devuelve la sonrisa. La actitud que tome frente a la vida, es la misma que la vida tomará ante mí.

Lo mejor que podamos ser…

Señor, hazme un instrumento de tu Paz.
Donde haya odio, lleve yo tu Amor.
Donde haya rencor, lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, lleve yo Armonía.
Donde haya duda, lleve yo tu Fe.
Donde haya error, Verdad.
Donde haya desesperación, Esperanza.
Donde haya sombras, lleve yo tu Luz.
Y donde haya tristeza, lleve tu Gozo.

Señor, que no busque yo consuelo, sino consolar.
Ser comprendido, sino comprender.
Ser amado, sino amar.
Porque olvidando es como encontramos.
Y muriendo aprendemos a vivir.
Perdonando es como somos perdonados.

San Francisco de Asís