Resiliencia o la actitud de las actitudes positivas

La Real Academia Española, en su vigésima tercera edición, incluye el siguiente término:

Resiliencia.

1. f. Psicol. Capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas.

2. f. Mec. Capacidad de un material elástico para absorber y almacenar energía de deformación.«

En cuanto a la parte psicológica se refiere, me parece mejor definición, y me gusta más, ésta:

«Capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la Vida, superarlas, y ser transformado positivamente por ellas«.

Las personas resilientes consiguen exprimir las contrariedades que surgen en su vida para obtener el jugo de la victoria.

¿Tenemos todos esta capacidad? En mi opinión, . Los obstáculos, los problemas, bien gestionados pueden ser una especie de combustible para mejorar. En la historia hay muchos casos de personas que han conseguido grandes cosas en un mal momento de sus vidas. Los que lo lograron, fueron personas resilientes que supieron sacar provecho de la adversidad.

Son personas conscientes de que los problemas, los obstáculos, las desgracias, etc., forman parte de la Vida. A mi modo de ver, son personas realistas pero positivas, con un punto ingenuo que les permite ver las cosas del modo que las ve un niño: con ilusión, con ganas, con energía y pensando que las cosas saldrán bien; éste, es el mejor de los planteamientos posibles de cara a la Vida, y cuando tenemos un reto por delante. No obstante, estas personas aplican un modo de gestión de los problemas maduro, con los piés en el suelo.

Podemos ser personas resilientes, sin duda. Hay personas que parecen tener incorporado en su psique de modo natural la resiliencia; para los que les gustaría desarrollar esta capacidad, deberían concentrarse en mejorar una serie de aspectos, tales como:

Aceptar la situación, por mala que sea. Ser conscientes de que forma parte de la Vida tanto lo «bueno» como lo «malo».

Relativizar las cosas. Nada de lo que pase hará que el mundo se detenga. Seguramente, tendrá solución, se podrá amortiguar, o podremos obtener alguna ventaja de ello. El humor es un grandísimo recurso para quitarle hierro a todo. Realmente, cualquier cosa es tan pesada o importante como queramos que sea; así pues, verlo con humor, con una buena ración de optimismo, ayudará a relativizarlo, a verlo «tal cual», y nos ayudará a adoptar una actitud realmente positiva y constructiva.

Una vez relativizado, razonar la situación. Observar y ver las diferentes partes del problema, sus matices. Usar la lógica desde un punto de vista resolutivo y positivo, seguramente nos traerá conclusiones iluminadoras que nos ayuden a la resolución.

Tener esperanza. La famosa frase «La esperanza es lo último que se pierde», puede ser cierta. Pero, yo creo que nunca debe perderse, incluso cuando todo apunta a que no hay esperanza. La fe (en la esperanza), puede mover montañas, y la historia está llena de ejemplos.

Aliviar la parte emocional, ocio sano. Cuando hemos perdido fuerzas, nos sentimos exhaustos física, emocionalmente, lo mejor que podemos hacer es divertirnos sanamente. Nos liberará de estrés, nos ayudará a borrar de nuestra cabeza pautas erróneas de enfoque del problema y recuperaremos energías mucho más rápidamente.

Generosidad, para con los demás y con nosotros mismos. Las personas con espíritu generoso, que ayudan desinteresadamente a los demás, suelen hacer frente a la adversidad de un modo mucho más positivo y constructivo. Por las vivencias que tienen tratando de ayudar a los demás, estas personas están acostumbradas a resolver los problemas con su buena actitud y no les traumatizan posibles derrotas.

Estar centrados. Tener un foco. Saber con nitidez qué necesitamos, qué queremos, a dónde queremos ir o qué queremos resolver, hace que los problemas sean para nosotros un modo de mejorar como personas y que los interpretemos de la manera que más nos convenga.

Lo que tenemos que evitar, son actitudes derrotistas que echen por tierra el desarrollo de la actitud resiliente, tal como echar la culpa de nuestras desgracias a los demás, negar la realidad, buscar excusas, rechazar ayuda, huir del problema, la pasividad, etc., etc.

Si en esta época de crisis decidimos superar las dificultades y adoptamos una actitud de fe, positiva, constructiva, indomable y resolutiva, habremos aprendido a ser resilientes.

La costumbre sin sentido

Para realizar un experimento psicológico, se metieron unos cuantos monos en una jaula. En la parte central del techo de dicho entorno, pusieron unos plátanos, y justo debajo, una escalera que permitía alcanzarlos fácilmente.

Lo primero que hicieron estos animales en cuanto fueron introducidos en la jaula, fue intentar coger dichos plátanos. Ahí comenzó el experimento.

Cuando alguno de ellos intentaba subir por la escalera para coger algún plátano, se les mojaba a todos con agua gélida a presión. Cada vez que intentaban subir por la escalera, se les volvía a rociar con agua fría, lo cual provocó que finalmente dejaran de intentar coger los plátanos.

Llegó un momento en el que cuando el más rebelde del grupo se dirigía a la escalera para volver a intentar coger algún plátano, sus propios compañeros se lo impedían violentamente para así evitar que les volvieran a echar agua fría.

Cuando los observadores del experimento estimaban que todos los monos tenían asumido que intentar coger un plátano equivalía a una ducha helada y lo daban por perdido, sacaban a uno de los monos e introducían en la jaula a un mono totalmente ajeno a todo lo que había pasado hasta el momento.

Cuando el mono recién llegado veía los plátanos y corría a subir la escalera para comerse alguno, los otros monos, los que ya estaban resignados y conocían el «castigo» de intentarlo, le agredían violentamente para que no llegase a cumplir su objetivo de coger  los dichosos plátanos.

Los científicos, llegaron a la obvia conclusión de que el mono recién llegado, después de varios intentos, asume que no se puede acercar a los plátanos si no quiere recibir una paliza, aunque desconozca el motivo por el cual le atacan sus compañeros al intentarlo.

A partir de aquí, se saca de la jaula otro de los monos que conocían el castigo del agua fría e introducen a uno nuevo, ajeno a todos estos incidentes. Igual que el mono anterior, el recién llegado en cuanto ve los plátanos, corre a la escalera para trepar y cogerlos. De nuevo, todos sus compañeros corren a impedirselo con violencia. Lo llamativo es que el anterior mono nuevo del grupo, el que aprendió a desistir de coger los plátanos no por el agua fría, sino por la violencia de sus compañeros, se muestra tan violento o más que los otros monos, los que estaban desde el principio y asimilaron no coger los plátanos por el castigo del agua fría.

Estos pasos se repiten, van sustituyendo los monos que había en el inicio del experimento por otros ajenos al castigo del agua fría. Poco a poco,  va disminuyendo la cantidad de monos que conocían el castigo inicial, pero todos seguían agrediendo violentamente al nuevo mono que llegaba e intentaba coger los plátanos.

Al final del experimento, se comprobó que, aunque los monos que había finalmente en la jaula no habían conocido el castigo del agua fría al intentar coger los plátanos, habían hecho suya la regla de que no está permitido subir por la escalera para intentar coger la fruta, hasta el punto de que quien lo intentase, se llevaría una buena paliza.

¿Qué conclusiones extraemos de este experimento?

A los seres humanos nos pasa exactamente lo mismo: en la mayoría de las ocasiones criticamos o condenamos a personas, situaciones o lo que sea, sólo porque hemos observado que otras personas lo hacen, sin cuestionar la validez y el origen de dicha actitud aprendida por simple convivencia.

Asumimos como «bueno» lo que se hace por costumbre, los prejuicios y preceptos, y cuando se alza alguien por encima de dichos paradigmas, cuando alguien cuestiona la validez de esas costumbres o actitudes, generalmente es avasallado y reducido.

Podemos tomar nota de este experimento, el cual invita a cuestionar nuestros esquemas mentales, a observar nuestras actitudes y a actuar bajo nuestro propio criterio, desde un punto de vista ecuánime y sin importar lo que haga la mayoría.

Así funcionan la mayoría de los grupos de personas, se actúa de un modo determinado «porque las cosas siempre se han hecho así», y al nuevo que intenta mejorar el proceso, cuestiona las normas con mejores procedimientos o busca explicaciones, se le veta o anula.

Si en tu grupo de trabajo, o en tu entorno, estimas que vuestro proceder está viciado por la costumbre, si no se avanza, puede que la mejor solución sea introducir un «mono nuevo» y se le deje aportar nuevas ideas, que se le deje llegar a alcanzar los plátanos. Seguramente, el premio será mucho mayor que el «castigo».

Nadie se baña dos veces en el mismo río…

Nada es para siempre. Los cambios son inevitables. No obstante a veces nos aferramos a personas, situaciones, lugares… Esto es porque padecemos una malsana adicción a la «seguridad».

Se intenta evitar las encrucijadas que impliquen cambios drásticos, y lo cierto es que son tan necesarias como indeseadas. Necesarias porque aunque no queramos, nos obligan a elegir, a acertar o equivocarnos. En definitiva, nos ayudan a evolucionar.

La mayoría de las personas no quieren salir de su zona de comodidad, y todo lo que implique tener que hacer algo diferente y desconocido, se pretende evitar a toda costa.

Hay cosas que escapan a nuestro control. No podemos controlar ciertas situaciones ni a las personas.  Pero siendo conscientes de que lo que sí podemos controlar es nuestra actitud, podemos aprender a aceptar los cambios y adaptarnos a ellos.

Cuando todo apunta a un cambio sin que podamos hacer nada para impedirlo, es que la Vida nos está invitando a aceptar una nueva situación. Si aceptamos esta nueva situación y tratamos de encajar en ella, podemos darle la vuelta en el caso de que sea negativa y hacer que juegue a nuestro favor. En definitiva, no importa aquello que nos sucede y sobre lo que aparentemente no tenemos control, lo que importa es cómo decidamos afrontarlo.

Podemos transformarlo en una oportunidad para crecer y prosperar.

Como dijo Victor Frank: «Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos».

Pero me quedo con esta reflexión de Gandhi:

Debemos convertirnos en el cambio que queremos ver en el mundo.

Ánimo a todas las personas que se encuentran en una situación de cambio. Recordad que es una oportunidad de renovar sentimientos, pensamientos, en definitiva, de renovar energías, de Evolucionar.

¡Buena suerte en tu nuevo destino, hermanico!  😉

Mi Gran Amigo

Quiero hablar de una persona que es muy importante para mí. Un Amigo muy especial. Puedo decir que tengo la suerte de tener excelentes amigas y amigos, pero hoy voy a hablar de uno en concreto.

Hay muchas personas importantes en mi vida. Si alguien me pidiera que eligiera a la persona más importante de mi vida, le contestaría que es una elección tramposa, porque no se puede elegir algo así. Todas las personas importantes de nuestras vidas, cada familiar, cada amiga y amigo auténticos… todos son muy importantes.

Y en concreto, la persona de la que quiero hablar, es una de estas personas importantes de mi vida. Alguien de quien estoy muy Orgulloso. Por su Nobleza, por su Honestidad, por su Sinceridad. Por su Fortaleza, por su Entereza, por su Inteligencia… En definitiva, por su Calidad Humana.

Me aporta muchas e importantes cosas, siempre. Por ejemplo, calma, claridad, entereza, integridad, fraternidad…  Siempre me ha apoyado incondicionalmente. En momentos en los que he llegado a pensar que no quedan muchas personas que merezcan la pena, él ha sido una de las personas importantes de mi vida que me ha recordado que  hay más gente así, pero no con palabras, sino con su ejemplo personal.

El amigo del que hoy estoy hablando, es el Amigo que todos queremos. Tengo la inmensa suerte de que alguien así es mi Gran Amigo y soy capaz de apreciarlo.

Y estoy tremendamente orgulloso de que éste, mi Gran Amigo, sea mi hermano.

Te Quiero Hermano.

Libro: El Presente

Aun en las situaciones más difíciles, concentrarnos en lo que está bien en el momento presente nos hace más felices y nos da la energía y confianza necesarias para enfrentar lo que está mal hoy.

Estar en el presente significa eliminar las distracciones y prestar atención a lo que importa ahora. Tú creas tu propio presente ahora a través del objeto de tu atención.

Es difícil dejar atrás el pasado si no has aprendido de él. Tan pronto como aprendas y lo dejes atrás, el presente mejorará.

Siempre que te sientas desdichado o abatido en el presente es momento de aprender del pasado o planear para el Futuro.

Considera lo que sucedió en el pasado. Aprende algo valioso de ello. Utiliza lo que aprendiste para mejorar el presente.

No puedes cambiar el pasado, pero sí aprender de él. Cuando te enfrentes a una situación parecida, puedes actuar de otra manera y disfrutar un presente más feliz y más exitoso.

El éxito consiste en convertirte en lo que eres capaz de ser y avanzar hacia objetivos valiosos. Cada quien define por sí mismo lo que significa tener más éxito».

 

Fragmentos del interesante libro El Presente, de Spencer Johnson.

Spencer Johnson (1940), es un escritor y psicólogo estadounidense, autor de obras como ¿Quién se ha llevado mi queso? y El ejecutivo al minuto, el prestigioso método de administración escrito en colaboración con Kenneth Blanchard.

Sus obras han sido traducidas a más de veinte idiomas. Ha sido director médico de comunicación de Medtronic, la empresa que inventó el marcapasos, e investigador del Instituto de Estudios Interdisciplinarios. Sus libros han aparecido en diversos medios, como CNN, USA Today y el New York Times.

 

 

 

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Singulares «coincidencias»

A veces sin darnos cuenta, vivimos preocupados del pasado o del futuro, y no vivimos el presente. Esta es la causa de que muchas veces no seamos conscientes de un fenómeno que sucede continuamente y del que voy a hablar a continuación.

La Vida está llena de sincronicidades, esas singulares coincidencias que acontecen en nuestro día a día aunque no seamos conscientes de todas. Estas «señales» son acontecimientos que están sospechosamente alineados a alguna necesidad, a algún pensamiento (sea positivo o negativo), o a algún anhelo. Sólo cuando estamos suficientemente receptivos es cuando percibimos las sincronicidades e incluso las podemos provocar (Ley de Atracción).

Una vez más, nuestra actitud ante la Vida es fundamental. Comenzar a observar lo que nos rodea como un mundo lleno de posibilidades y de interrelación con los demás, es muy importante para comenzar a ser conscientes de las sincronicidades que nos acontecen.

Las sincronicidades tienen que ver con la conexión que existe entre todas las cosas. Interactuamos en un escenario hecho de diferentes tipos de energía (la materia es una forma de energía, E = m·c² o lo que es lo mismo, la energía es igual a la masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz; lo que, en definitiva, significa que la materia no es más que una forma de energía).

¿Cómo se refleja esto en el día a día? Por ejemplo, alguien en quien estábamos pensando nos llama, o justo cuando tenemos en mente una cuestión, miramos «casualmente» un libro o una revista y lo primero que veamos sea una frase que responde de un modo totalmente coherente a esa cuestión y posteriormente comprobamos que la respuesta era apropiada, o estamos estancados tratando de resolver un problema y de repente un amigo nos deja un libro que habla sobre eso, etc. En una sincronicidad se observa cómo diversos sucesos parecen confabular y suceder en el tiempo y en el espacio para obtener un resultado concreto.

Se podrían interpretar como coincidencias, pero los hechos son tozudos, y este tipo de situaciones se repiten demasiadas veces como para pensar que no tienen ningún tipo de conexión.

Precisamente, la Ley de la Atracción dice que podemos «sintonizar» nuestros pensamientos y nuestros sentimientos para atraer aquello que deseamos, o lo que es lo mismo: provocar las sincronicidades que traen a nuestra vida lo que queremos.

Recuerdo la obra El Alquimista, de Paulo Coelho, un genio contemporáneo que demuestra conocer muy bien el funcionamiento de las sincronicidades, conocimiento el suyo que se puede comprobar si se lee con atención la interesantísima e inspiradora historia ficticia que narra, y que condensa extraordinariamente bien en la frase más reveladora del libro:

«Cuando quieres realmente una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla».

La Ley de la Atracción afirma que una persona de mente abierta y positiva puede acelerar las sincronicidades positivas en su vida.

Científicamente hablando, la teoría de los campos morfogénicos trata de explicar las sincronicidades. Dicha teoría contempla la resonancia mórfica y la interconectividad, fenómenos de la física cuántica, en los cuales se ha comprobado que todo está interconectado. Las sincronicidades tienen lugar porque somos parte de un «campo unificado» cuyas partes tienen una conexión y se influyen entre sí, aunque aún no se haya formulado matemáticamente de un modo preciso su existencia.

Pero, dejemos teorías y fórmulas matemáticas. Seamos empíricos. Observemos con atención todo lo que nos sucede cada día, vigilando el tipo de pensamientos que más se repiten en nuestra cabeza. Seguramente, comprobaremos sin lugar a dudas que nuestros pensamientos tienen mucho que ver con lo que nos sucede, e incluso para acontecimientos para los que aparentemente no tenemos influencia…