Saliendo del pozo

Se cuenta la historia de un burro que cayó en un pozo. El dueño, que vio cómo se producía el incidente, corrió a mirar al agujero. Vio al pobre animal desorientado inicialmente, aunque pasados unos segundos ya estaba intentando salir. Después de varios intentos y cuando ya tuvo la certeza de que le resultaría imposible salir, comenzó a emitir unos sonidos que parecían sollozos. El pobre burro estaba sufriendo y lloraba como si fuera un niño.

El dueño del burro fue a llamar a todos sus vecinos para que le ayudaran. Una vez les explicó lo que había pasado, comenzaron a elucubrar diferentes ideas, y de hecho, intentaron rescatar al burro de varias maneras, pero la profundidad del pozo, lo resbaladizo de sus paredes a pesar de que estaba casi seco, y el peso del animal, hacía el rescate extremadamente complicado, hasta tal punto que terminaron desistiendo.

Finalmente, el dueño del burro comenzó a sopesar si merecía de verdad la pena tanto esfuerzo por un animal que era ya muy viejo y al que le quedaba muy poco tiempo de  vida. Precisamente, tenía planeado enterrar el  pozo unos días después porque apenas daba agua, así que llegó a la conclusión de que quizá lo más compasivo para el animal sería adelantar a ese instante el sellado del pozo con tierra, en lugar de esperar a que el burro muriera de inanición en el interior, después de varios días de sufrimiento.

Aprovechó que estaban allí sus vecinos para pedirles que le ayudaran a echar tierra, para entre todos terminar lo antes posible con el sufrimiento del animal.

El burro, que había estado casi todo el tiempo sollozando, poco tiempo después de que empezara a caerle encima la tierra, dejó de emitir quejidos.

El cambio de actitud del animal llamó la atención de los hombres, y comentaron que seguramente había callado momentáneamente pero que volvería a quejarse.

Siguieron echando tierra, y aunque el burro no volvió a quejarse, sí que comenzaron a escuchar cada vez con más intensidad, unos extraños sonidos. Los hombres miraron dentro del pozo, y quedaron enormemente sorprendidos con lo que vieron: al parecer el burro había ido sacudiéndose la tierra y pisando encima de ella, lo que le había permitido subir de nivel tanto como tierra habían echado hasta el momento.

Los hombres muy contentos al saber que lejos de enterrar al animal le estaban ayudando a salir, siguieron echando tierra con mucha más rapidez y entusiasmo, hasta que, minutos después, el burro llegó hasta el final, pudiendo salir del agujero, trotando con una energía inusual para su edad…

Versión de Javier Martín de la fábula del burro y el pozo.

Utilizando esta pequeña historia como símil, se puede decir que en el transcurrir de la vida se nos va a tirar tierra (problemas) encima, y siempre podremos elegir la actitud sobre lo que vamos a hacer con esa «tierra» o problemas, como el desesperado aunque inteligente burro, que comenzó a sacudírsela para poder pisarla e ir apoyándose sobre ella y así poder salir del pozo.

Podemos utilizar todos los problemas para «apoyarnos en ellos»: fortalecernos, curtirnos, aprender, adquirir experiencia, y salir adelante. O podemos rendirnos y dejar que la tierra o los problemas nos entierren, literalmente o no.

Nuestra actitud define nuestro destino.