A veces sin darnos cuenta, vivimos preocupados del pasado o del futuro, y no vivimos el presente. Esta es la causa de que muchas veces no seamos conscientes de un fenómeno que sucede continuamente y del que voy a hablar a continuación.
La Vida está llena de sincronicidades, esas singulares coincidencias que acontecen en nuestro día a día aunque no seamos conscientes de todas. Estas «señales» son acontecimientos que están sospechosamente alineados a alguna necesidad, a algún pensamiento (sea positivo o negativo), o a algún anhelo. Sólo cuando estamos suficientemente receptivos es cuando percibimos las sincronicidades e incluso las podemos provocar (Ley de Atracción).
Una vez más, nuestra actitud ante la Vida es fundamental. Comenzar a observar lo que nos rodea como un mundo lleno de posibilidades y de interrelación con los demás, es muy importante para comenzar a ser conscientes de las sincronicidades que nos acontecen.
Las sincronicidades tienen que ver con la conexión que existe entre todas las cosas. Interactuamos en un escenario hecho de diferentes tipos de energía (la materia es una forma de energía, E = m·c² o lo que es lo mismo, la energía es igual a la masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz; lo que, en definitiva, significa que la materia no es más que una forma de energía).
¿Cómo se refleja esto en el día a día? Por ejemplo, alguien en quien estábamos pensando nos llama, o justo cuando tenemos en mente una cuestión, miramos «casualmente» un libro o una revista y lo primero que veamos sea una frase que responde de un modo totalmente coherente a esa cuestión y posteriormente comprobamos que la respuesta era apropiada, o estamos estancados tratando de resolver un problema y de repente un amigo nos deja un libro que habla sobre eso, etc. En una sincronicidad se observa cómo diversos sucesos parecen confabular y suceder en el tiempo y en el espacio para obtener un resultado concreto.
Se podrían interpretar como coincidencias, pero los hechos son tozudos, y este tipo de situaciones se repiten demasiadas veces como para pensar que no tienen ningún tipo de conexión.
Precisamente, la Ley de la Atracción dice que podemos «sintonizar» nuestros pensamientos y nuestros sentimientos para atraer aquello que deseamos, o lo que es lo mismo: provocar las sincronicidades que traen a nuestra vida lo que queremos.
Recuerdo la obra El Alquimista, de Paulo Coelho, un genio contemporáneo que demuestra conocer muy bien el funcionamiento de las sincronicidades, conocimiento el suyo que se puede comprobar si se lee con atención la interesantísima e inspiradora historia ficticia que narra, y que condensa extraordinariamente bien en la frase más reveladora del libro:
«Cuando quieres realmente una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla».
La Ley de la Atracción afirma que una persona de mente abierta y positiva puede acelerar las sincronicidades positivas en su vida.
Científicamente hablando, la teoría de los campos morfogénicos trata de explicar las sincronicidades. Dicha teoría contempla la resonancia mórfica y la interconectividad, fenómenos de la física cuántica, en los cuales se ha comprobado que todo está interconectado. Las sincronicidades tienen lugar porque somos parte de un «campo unificado» cuyas partes tienen una conexión y se influyen entre sí, aunque aún no se haya formulado matemáticamente de un modo preciso su existencia.
Pero, dejemos teorías y fórmulas matemáticas. Seamos empíricos. Observemos con atención todo lo que nos sucede cada día, vigilando el tipo de pensamientos que más se repiten en nuestra cabeza. Seguramente, comprobaremos sin lugar a dudas que nuestros pensamientos tienen mucho que ver con lo que nos sucede, e incluso para acontecimientos para los que aparentemente no tenemos influencia…