Gandhi dijo algo parecido a esto:
Buena parte de las miserias y de los malos entendidos que hay en el mundo acabarían si las personas se pusieran en los zapatos de sus enemigos y entendieran su punto de vista«.
Estaba hablando de empatizar.
La empatía o inteligencia interpersonal es la habilidad de comprender los pensamientos, sentimientos y las razones de las actitudes de los demás. Es la capacidad de ponerse en el lugar del otro y de comprender sus sentimientos y lo que le sucede. Es esencial para establecer una comunicación óptima, e imprescindible para generar relaciones interpersonales exitosas. Está relacionada con la inteligencia emocional.
Comprender la actitud de los demás hace que adquiramos flexibilidad para analizar las situaciones desde diferentes puntos de vista, lo cual permite llegar a nuevas ideas y soluciones.
Me atrevería a afirmar que siempre que ha habido una pelea, un malentendido, un desacuerdo, una guerra… al menos uno de sus participantes ha carecido de empatía.
¿Cómo podemos ser empáticos?
Hay diversos factores que intervienen en esta habilidad.
Hay que escuchar y observar abierta y honestamente a nuestro interlocutor, prestar una atención exquisita a su lenguaje verbal y expresivo: la forma de mirar, la voz (volumen, velocidad, expresividad), los gestos, su actitud… todo aquello en su persona que nos muestre y nos proporcione pistas sobre su estado interior.
Es esencial que en primera instancia, dejemos de lado nuestros prejuicios y pongamos la “mente en blanco” durante la observación, dejando que nos impregnen las sensaciones que transmite nuestro interlocutor, para después retomar nuestros conocimientos y experiencias y contrastar toda esa información. No siempre tendremos referencias propias acerca de lo que se siente ante determinadas situaciones, pero podemos utilizar la imaginación basándonos en lo que transmite esa persona.
En definitiva, hay que conjugar una mentalidad preclara y sin prejuicios con nuestros conocimientos y experiencias. Se trata de desarrollar nuestra Intuición para llegar a un conocimiento cercano y profundo de las personas.
Si pretendemos ser empáticos en un diálogo, discusión o negociación, deberemos tener en cuenta los argumentos conscientes e “inconscientes” de nuestro interlocutor. Debemos tener absolutamente clara nuestra postura y objetivos, y buscar posibles puntos de concordancia con los del otro. Ante todo, debemos ser coherentes y expresar con asertividad nuestra postura (expresión respetuosa, madura, equilibrada y firme de nuestros intereses e ideas). Demostrar que comprendemos su postura explicándola, explicar la nuestra y con disposición para encontrar un nexo común, desde el respeto mutuo y trabajo conjunto.
No puedes llegar a la empatía, o al menos no del todo, sin un conocimiento muy elevado de ti mismo y del tipo de relaciones que tienes. Manejar aquella parte de nuestra personalidad de la que somos conscientes puede ser más o menos fácil; la cuestión es que en muchas ocasiones no somos conscientes de ciertas características de nosotros mismos, y en lo que respecta a la empatía que seamos capaces de tener, está directamente influenciada por aspectos de los que no solemos ser conscientes.
“Automatizamos” ciertas actitudes sin saber bien porqué actuamos así o de dónde proceden dichas conductas.
Para comprender qué sucede cuando por más que lo intentamos no somos capaces de ser empáticos con alguien en particular, es necesario analizar honestamente el tipo de relación que tenemos con esa persona, que de peor a mejor, pueden ser principalmente de tres tipos:
Las relaciones egoístas o las que se tienen y mantienen para recibir. Cuando se exige o se espera que nos quieran y se cumplan con nuestras expectativas. La relación durará siempre que nos estén complaciendo. Pones la atención sólo en lo que recibes, no en lo que das.
Las relaciones en las que esperas reciprocidad. Pretendes recibir lo mismo que das. Si estimas que no estás recibiendo lo mismo que crees proporcionar, dejas la relación. El problema es que no solemos ser conscientes de que la forma en que percibimos las cosas no siempre es exacta a la realidad.
Las relaciones desinteresadas, cuando das gustosamente sin esperar nada a cambio. En este tipo de relaciones, recibir no es necesario para ti. Disfrutas dando y te basas en dar. En su aspecto más elevado, se convierte en un Amor desinteresado y auténtico. Perdonas y olvidas honestamente las afrentas, das sin esperar nada a cambio y sin importarte el nivel de afinidad que hay entre tú y la otra persona.
Cuando te resulte difícil mostrar empatía con alguien concreto, puedes comprender el motivo si delimitas cual de estos tres tipos de relación mantienes con esa persona. En el caso de alguien que acabas de conocer o con quien no tienes mucha confianza, puede ser que inconscientemente te recuerde a otra persona.
Cuesta o se hace imposible empatizar cuando las relaciones son de tipo egoísta o de reciprocidad. Este tipo de relaciones, se van deteriorando por su propia naturaleza.
Hay diferentes fases en su deterioro, que son una primera fase en el que prevalece un tipo de resistencia, que consiste en una actitud de ponerse a la defensiva ante iniciativas de la otra persona. La segunda fase se caracteriza por el rechazo, que es cuando aparece una actitud agresiva hacia el otro. La tercera tiene que ver con el resentimiento como consecuencia de las fases anteriores, y la cuarta fase es la represión, que es cuando hay necesidad de invalidar cualquier iniciativa de la otra persona, con ánimo de “venganza”.
Fijarnos en el tipo de relaciones que tenemos nos servirá para delimitar porqué no funcionan bien, lo cual nos ayudará a mejorarlas. Además, contribuirá a desarrollar esta extraordinaria y fabulosa cualidad, la empatía.

En un mundo más empático, seremos capaces de comprender a nuestros semejantes y, en consecuencia, nuestra actitud se basará en la coherencia y en la equidad.
Será un mundo más comprensivo. Y por lo tanto, más feliz.



Es una frase muy breve, y su significado literal no es demasiado profundo ni especial. No obstante, desde un contexto fraternal, yo la encuentro muy inspiradora y emotiva. Tremendamente positiva. Es la síntesis de lo que yo creo que es la auténtica naturaleza de los seres humanos.

Pero… No te preocupes. Al final, recordarás que el Camino se hace andando. Finalmente, terminarás por comprender y formará parte de ti la Verdad que dicta que sacar fuerzas de la desesperación es posible, y que se puede transmutar esa fría y oscura soledad que sientes en un Amor Incondicional lleno de Luz.
Las personas resilientes consiguen exprimir las contrariedades que surgen en su vida para obtener el jugo de la victoria.
de que los problemas, los obstáculos, las desgracias, etc., forman parte de la Vida. A mi modo de ver, son personas realistas pero positivas, con un punto ingenuo que les permite ver las cosas del modo que las ve un niño: con ilusión, con ganas, con energía y pensando que las cosas saldrán bien; éste, es el mejor de los planteamientos posibles de cara a la Vida, y cuando tenemos un reto por delante. No obstante, estas personas aplican un modo de gestión de los problemas maduro, con los piés en el suelo.
ar la situación, por mala que sea. Ser conscientes de que forma parte de la Vida tanto lo «bueno» como lo «malo».
Para realizar un experimento psicológico, se metieron unos cuantos monos en una jaula. En la parte central del techo de dicho entorno, pusieron unos plátanos, y justo debajo, una escalera que permitía alcanzarlos fácilmente.






