No siempre es lo que parece

En un alejado lugar, un grupo de personas lo pasaban en grande burlándose del que denominaban «el tonto del pueblo».

Se trataba de un hombre de apariencia triste que lejos de caminar recto, se inclinaba de tal modo que no se podía evitar pensar que en unos años acabaría con la espalda torcida. Su tartamudez excitaba los prejuicios de muchos, que llegaban a la conclusión de que, efectivamente, no era muy inteligente.

Después de las largas jornadas de trabajo campesino, los habitantes del pueblo se reunían en la taberna para relajarse y jugar a las cartas.

Ya se había convertido en un ritual burlarse casi todos los días de este hombre, haciéndole siempre la misma gracia, que consistía en ofrecerle dos monedas, una más grande que la otra, siendo la más pequeña la de más valor.

Cada vez que le proponían elegir entre la moneda grande y la pequeña, él siempre elegía la de mayor tamaño, la que menos valor tenía. Los lugareños no se cansaban de ver esta escena, y no paraban de reírse cada vez que el hombre escogía.

Un buen día, una forastera que estaba de paso por el lugar, observó con gran atención al grupo que estaba divirtiéndose a costa del que parecía un hombre de inteligencia limitada. Indignada ante la escena y lo que interpretó como una humillación, esperó a que terminaran con la burla para acercarse a hablar con el hombre.

Le preguntó si no sabía que la moneda de tamaño menor tenía más valor. Entonces, el hombre le respondió poniendo de manifiesto su tartamudez, lo cual no impidió que la mujer se quedara completamente atónita con la respuesta:

Sí… sí… seeeeño-rita, sé que… que la… moneda pe- pequeña tie- tiene má-más valor, pe-pe-pero el día que la es-escoja, dejarán de hacerme la bro-broma y no me llevaré más monedas…

Versión de Javier Martín de la historia del tonto del pueblo.

Esta historia pone de manifiesto muchas cosas. Dejando de lado la conclusión de que hay personas con un comportamiento cruel y, por lo tanto, carentes de empatía, podemos concluir, por ejemplo, que las cosas no siempre son lo que parecen. O que no siempre tenemos la perspectiva adecuada para juzgar las cosas (o no las conocemos bien para llegar a una conclusión acertada).

También podemos llegar a la conclusión que la avaricia rompe el saco, tal como explica el protagonista de la historia, que si hubiera cogido la moneda grande la primera vez, se hubiera acabado la broma desde el primer día y hubiera dejado de coger monedas.

El refranero español dice: «Ande yo caliente, ríase la gente«. Mientras yo esté bien y a gusto con lo que hago, poco o nada importa lo que opinen o digan los demás:

No importa lo que piensen los demás de mí, lo que importa es lo que pienso yo de mí mismo.

¿Qué piensas tú?