La trampa

El ratoncito de la granja había dormido mal debido a los truenos que acompañaban a la incesante lluvia nocturna. Ya por la mañana, justo cuando empezaba a dormirse después de que acabara la tormenta, se sobresaltó debido a los golpes que estaban dando con fuerza en la puerta de la casa.

El pequeño ratón, guiado por su curiosidad natural, se asomó por la grieta de la pared, y vio como la mujer del granjero recibía un paquete de manos del cartero. Observó cómo corría el granjero hasta su esposa cuando ésta le llamó diciéndole que por fin el paquete había llegado. El ratoncito frotó sus manitas pensando que podía ser comida, pero cuando vio el contenido, un sentimiento de terror le invadió: se trataba de trampas para ratones.

Muy preocupado y muerto de miedo, fue corriendo a pedir ayuda a los animales de la granja.

En primer lugar se dirigió hasta donde se encontraba la gallina, y le contó angustiado que los granjeros habían comprado ratoneras y le pidió ayuda. Entonces, la gallina le contestó:

– Lo siento ratón. Comprendo que estés aterrado, ¡yo también lo estaría! Pero, sinceramente, ¿por qué iba a preocuparme? ¡Son trampas para ratones! No me afecta, no tiene nada que ver conmigo…

El pequeño ratón, aún más angustiado que antes, fue a visitar al cordero para explicarle lo mismo y pedir nuevamente ayuda.

– Me vas a tener que disculpar, ratón. No sé qué podría hacer yo para ayudarte. Bueno algo sí se me ocurre. Me acordaré de ti cuando rece.

El ratoncito, que empezaba a sentirse desolado, fue a continuación hasta donde se encontraba la vaca y otra vez contó su problema. Ella le contestó:

– ¿Y qué? ¿Dónde está el peligro para mí? Búscate la vida, yo no puedo hacer nada, y tampoco me importa.

El ratón, no podía sentirse peor cuando volvió a su agujero. Pensaba que le quedaba poco tiempo de vida porque en cualquier momento podía despistarse y ser víctima de alguna de las trampas.

Precisamente esa misma noche, los granjeros se despertaron sobresaltados porque escucharon un fuerte chasquido provocado por una de las trampas, y un ruido como de algo que no paraba de moverse. Pensaron que por fin habían conseguido atrapar al escurridizo ratón que tantos disgustos les había dado con la comida. Fueron corriendo a comprobar la trampa. Estaba muy oscuro, así que fue inevitable que a la mujer le mordiera lo que realmente había sido atrapado por la trampa: una serpiente venenosa.

El granjero llevó a su mujer corriendo  al hospital, donde hicieron lo posible por ella. Al día siguiente, pudieron volver a la granja, aunque la mujer tenía mucha fiebre.

Siguiendo el consejo del médico, el granjero se dispuso a hacer una gran cantidad de sopa para su mujer, ya que le aseguró que le sentaría bien. Así que cogió su hacha y fue a buscar el primer ingrediente de la sopa: la gallina.

La mujer estuvo convaleciente durante varios días, y muchas personas comenzaron a visitarla. El granjero sacrificó al cordero para dar de comer a los visitantes.

Desgraciadamente, unos días después, la mujer falleció. El granjero tuvo que vender la vaca al matadero para poder cubrir los gastos del funeral…

Versión de Javier Martín de la fábula «El ratón y la ratonera».

La conclusión más obvia de esta fábula, es que aunque aparentemente lo que les pasa a otras personas en principio no nos afecta, esta creencia no es tan fiable como parece y por ello siempre deberíamos ocuparnos de ayudar a los que lo necesitan.

De un modo u otro todo está interconectado. Todas las personas estamos conectadas, directa o indirectamente, y al final, lo que les sucede a personas que aparentemente no tienen nada que ver con nosotros, es muy posible que tarde o temprano, nos influyan las consecuencias.

La bondad es positiva, por supuesto, y tiene que ver con el corazón o el buen hacer de las personas para con los demás y consigo mismas. Y yo creo también que la bondad es un acto de inteligencia suprema, porque ayudando a los demás, también nos estamos ayudando a nosotros mismos. Si las personas de nuestro entorno, o incluso de entornos lejanos, están bien, les va bien, finalmente todos nos veremos beneficiados. Es como una cadena: es tan fuerte como su eslabón más débil. Todos formamos parte de esa cadena. Mejor ayudémonos unos a otros a ser «eslabones» fuertes.

El Dalai Lama dijo: «El amor y la compasión no son lujos, sino necesidades básicas. Sin ellos, la humanidad no podría sobrevivir«. La bondad deriva del amor y la compasión.

Es curioso observar a personas que afirman que una actitud bondadosa es de personas cándidas e ingenuas, porque lo que es de verdad ingenuo y absurdo, es pensar que la raza humana podrá sobrevivir sin estas cualidades.

Esa es la verdadera trampa…