Hagamos que valga la pena

OJALÁ…

… hubiera vivido a mi manera.

Muchas personas a punto de morir, se quejan de no haber sido suficientemente valientes para vivir de manera fiel a sí mismos, fueron más fieles a lo que los demás esperaban de ellos. En estos momentos previos a su muerte, se hacen conscientes de que han desperdiciado el tiempo, ven claramente cuántos sueños se han quedado en el camino por las decisiones que habían tomado.

 

… no hubiera trabajado tanto.

Ésta es la frase más repetida por hombres. Muchos hombres se lamentan por no haber estado más presentes en la infancia y juventud de sus hijos, y también de no haber disfrutado más de la compañía de su pareja. Conscientes de su inminente muerte, es cuando comprenden de verdad que la vida no debe basarse exclusivamente en el trabajo.

 

… hubiera tenido la valentía de expresar mis sentimientos.

Con gran frecuencia, muchas personas renuncian a sus sueños e ideales por el supuesto «bien» de los demás. Entre otras cosas, ocultan sus sentimientos porque creen que de esta manera se conserva la paz de su entorno. Lo que obtienen con esta actitud es vivir sin alcanzar la felicidad porque no son o no hacen lo que quieren en realidad, lo cual les provoca sentimientos negativos que se acaban somatizando.

 

… hubiera mantenido el contacto con mis amigos.

Se acuerdan de sus amigos y les produce una gran pena no haber sabido mantener esa amistad con el paso del tiempo.

 

… hubiera sabido ser feliz y disfrutar más y mejor de la vida.

Muchas personas no se dan cuenta hasta que tienen la muerte al lado que la felicidad es en realidad una elección. Es entonces cuando toman conciencia de que han vivido atascados en patrones de conducta, hábitos y creencias limitantes. La zona de comodidad, por su propia naturaleza, es incompatible a largo plazo con nuestra salud emocional y mental.

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Los cinco lamentos o arrepentimientos de personas a punto de morir que acabo de exponer y comentar, las puso de manifiesto en un artículo Bronnie Ware, una escritora australiana que trabajó muchos años cuidando de enfermos desahuciados, tratando de hacerles más llevadero y agradable el tiempo que les quedaba de vida. Después del artículo escribió un libro, The top five regrets of the dying (Los cinco principales remordimientos de los moribundos).

«Las personas maduran mucho cuando se enfrentan a su mortalidad», comenta Bronnie Ware.

Curiosamente, entre las personas moribundas que cuidó, nadie mencionó arrepentirse de no haber probado experiencias extremas del tipo tirarse en paracaídas, hacer puenting, el sexo, etc. Tampoco les importaba no haber hecho cosas como plantar un árbol o escribir un libro.

Al parecer las personas que están a punto de morir muestran gran claridad en sus pensamientos y sabiduría. Está en nuestras manos tomar nota de lo que dicen estas personas, conscientes más que nadie de la mortalidad humana.

En general, las personas más jóvenes no solemos pensar en la muerte y si lo hacemos, la creemos demasiado lejana o nos parece algo abstracto. Por eso pensamos, creemos o sentimos de forma implícita que tenemos todo el tiempo del mundo para hacer, deshacer y arreglar las cosas. Seguro que las personas que cuidó Bronnie también pensaron lo mismo en su momento.

Por eso nunca está de más recordar que para nosotros también acabará pasando el tiempo. Lo que no es tan obvio, es qué opinaremos o qué nos hará sentir el recuerdo de nuestras vidas cuando seamos viejos y tengamos la muerte más cerca, si estaremos satisfechos y orgullosos con lo que hemos hecho y con nuestros amigos y familiares. Y esto suponiendo que lleguemos a cumplir muchos años…

No debería ser necesario recordar que la vida apenas es un suspiro en la eternidad del universo. ¿Y qué es la eternidad?

Imagina que un pajarillo se posa cada día en la cima de una montaña. Cuando ese u otros pájaros posándose cada día en la cima de la montaña, hicieran que ésta se desgastase, ni siquiera entonces habría comenzado la eternidad…

Así de efímera es nuestra existencia.

Hagamos que valga la pena.

Vida