Lo que te permite sobrevivir pero no vivir

Se cuenta la historia de un anciano sabio que decidió transmitir toda su sabiduría a un joven que insistentemente y durante mucho tiempo, le había rogado le transmitiera su saber. Para enseñarle, el sabio decidió viajar con él, recorriendo a pie tantos lugares como diera tiempo durante la formación.

Después de varios meses de viajes, en una de las caminatas, mientras iban hablando y admirando el atardecer que se dibujaba en el impresionante paisaje, se percataron de que se avecinaba una gran tormenta. Afortunadamente, una vieja granja apareció en su camino. El sabio decidió pedir a sus habitantes les permitieran pasar la lluviosa noche en su casa.

Fue una velada muy agradable para todos. La familia de granjeros, integrada por el matrimonio y su hija pequeña, fueron muy amables y generosos. Eran muy pobres, su alimentación se basaba casi por completo en la leche que les proporcionaba su única vaca. Ofrecieron para cenar el poco queso que les quedaba a los viajeros. Incluso les ofrecieron dormir en su cama, pero el anciano rechazó tan generosa invitación y les dijo que se las apañarían para dormir en el establo.

Al alba, el sabio despertó al joven. Lo primero que hizo fue ordenarle que atara la vaca y la sacara del establo.

¿Qué pretende maestro?

El sabio no respondió. Simplemente indicó que se diera prisa. Se marcharon lo más rápidamente que pudieron de la granja sin despedirse… Y llevándose a la vaca.

Durante ese día, el joven no paró de recriminar y pedir explicaciones al sabio, pero éste no pronunció palabra alguna. No era la primera vez que el joven no estaba de acuerdo con el sabio, pero esta vez era muy diferente: no había absolutamente nada que justificara un acto tan desconsiderado y cruel. Pasó el día, la noche, otro día, otra noche… Pasaron varios días. El joven sentía un gran pesar, y llegó un momento en el que consideró seriamente abandonar al que ahora no tenía tan claro que fuera un sabio. Justo entonces, el anciano le ordenó que soltara al animal.

¡No entiendo nada maestro! ¿¡Por qué hace esto a estas buenas personas!? ¡Son pobres, no tienen qué comer! ¡Desde aquí la vaca no podrá volver, y los granjeros no vendrán tan lejos a buscarla! – Replicó el discípulo enojado y apenado al mismo tiempo.

El maestro siguió sin dar explicaciones, simplemente obligó al discípulo a acatar sus órdenes. El joven, muy apenado, obedeció.

Muchos años después, el joven que ahora era un hombre maduro y sabio, despertó una mañana apesadumbrado por el sueño que había tenido esa noche, en el que se recreaba aquel episodio en el que pasó una noche en una granja…

Lo interpretó como una señal para realizar de una vez por todas algo que durante mucho tiempo pensó hacer pero que no pudo por falta de valor. Así que esta vez hizo acopio de fuerzas para visitar a los granjeros y pedirles perdón por haber hecho algo así.

Nada más llegar al lugar, se sorprendió mucho al ver que había mejorado notablemente su aspecto. Pensó que tal vez ahora vivían otras personas allí, pero le abrió la puerta la esposa del granjero. El ahora sabio, se presentó y preguntó a la mujer si le reconocía.

¡Sí claro! Hace muchos años, pero, ¡cómo olvidarle! Al día siguiente de marcharse ustedes, nuestra vaca se escapó y nunca volvimos a saber de ella, lo cual nos provocó un gran problema.

El hombre apenas podía disimular su enorme pesar.

Sin embargo, ¡fue lo mejor que nos pudo pasar! Como la vaca era nuestro único medio para alimentarnos, mi marido se vio obligado a ir a buscar trabajo, ¡y lo encontró! Además, aprovechó sus desplazamientos diarios al pueblo para llevar a nuestra hija a la escuela. Así que ella ha podido estudiar y mi marido ha ganado suficiente dinero para mejorar nuestra granja y prosperar… Y todo gracias a que se escapó la vaca.

El semblante del hombre cambió por completo. Ahora esbozaba una sonrisa de oreja a oreja. Además de la alegría de ver cómo había prosperado la familia que durante tanto tiempo creyó había hecho daño, por fin entendía a su maestro y su acción-lección.

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Todos tenemos en nuestras vidas creencias, circunstancias, personas… que aparentemente nos favorecen, porque entre otras cosas, alimentan nuestra zona de comodidad. Creencias, personas o circunstancias sin las cuales probablemente nos sentiríamos aparentemente perdidos, sin las que en apariencia no podríamos hacer nada. No obstante, sólo nos permiten sobrevivir, pero no nos permiten vivir.

Todo depende en realidad de nuestra actitud más que de cualquier cosa externa a nosotros, y ésta, depende del tipo de creencias o paradigmas que tenemos grabadas en nuestra mente consciente y subconsciente.

Por eso, es fundamental elegir creencias que nos empoderen, es necesario incorporar a nuestra psique paradigmas que nos potencien, que sirvan a nuestros propósitos y metas. Si detectas una circunstancia o una persona de la que quizá dependes demasiado, analiza hasta qué punto te «favorece» de verdad, y sopesa la conveniencia de que permanezca en tu vida con ese grado de influencia o poder.

Ojalá apareciera un sabio con o sin discípulo que nos privara de nuestra «vaca», ¿verdad?

¿Ya sabes cuál o cuáles son las tuyas? ¿A qué esperas para deshacerte de ellas?

2 comentarios

    • Henar Moreno el viernes, 27, junio, 2014 a las 22:55

    Y la vida es esa gran maestra que nos quita «la vaca» de la que dependemos para que tengamos la opción de saber… lo muchísimo que valemos.

    Pero pensando que nuestro valor está en la vaca (en lo externo) nos apegamos, y nos apegamos, creyendo (o queriendo creer) que es algo malo.lo que nos pasa.

    Muy bonita historia, una gran metáfora.

    Linda tu reflexión guapo!

    1. Me alegra que te haya gustado. ¡Gracias por tu comentario, Henar!

      Un abrazo.

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