¿Cómo puedo salir de ésta?

En una época ya olvidada, un hombre volvía a su casa después de una larga jornada de trabajo. Se encontraba caminando y mirando el cielo, disfrutando de los últimos rayos de luz, cuando de repente escuchó gritar a lo lejos lo que parecía una voz femenina pidiendo auxilio.

Se dirigió tan rápidamente como pudo al lugar del que provenían los gritos agónicos y desesperados, y vio entre penumbras la silueta de un hombre con ropajes que indicaban que se trataba de alguien adinerado. También le llamó la atención la mirada de aquel siniestro hombre, unos ojos grandes y rasgados, que parecían brillar a pesar de la escasez de luz.

No pudo evitar sentir terror al ver cómo los ojos del asesino se clavaban en él, mientra seguía apretando con más fuerza aún el cuello de la desdichada mujer, que ya no emitía más que sonidos entrecortados y apenas audibles. Corrió aún más deprisa, tratando de evitar que el elegante pero siniestro personaje consumara su terrible acción. De repente, sintió un fuerte golpe en la cabeza y perdió el conocimiento…

Cuando despertó, se encontraba en una mazmorra. Poco después se enteró de que había sido acusado de asesinato. El hombre dedujo rápidamente lo que era obvio: alguien había orquestado esa farsa para que él fuera la cabeza de turco. Recordando el carísimo atuendo del asesino, intuyó que, probablemente, el autor del montaje sería la misma persona que había matado a aquella pobre mujer.

Efectivamente, el poderoso asesino, compró todo tipo de favores para acusar al hombre inocente, e incluso compró al tribunal que lo juzgaría, para que emitiese un juicio de culpabilidad.

Pero en aquella época existía la costumbre de «dejar en manos de Dios»  determinados delitos. Para hacer uso de esa presunta sabiduría divina, el día del juicio el tribunal explicó que le entregaría dos papeles al acusado. En uno de ellos, pondría la palabra «Inocente», y en el otro, «Culpable».

Ambos papeles doblados minuciosamente para que no se pudiera ver las palabras que llevaban escritas, se expusieron delante del hombre acusado injustamente, y se le pidió que escogiera. Obviamente, si elegía el papel en el que ponía «Culpable», sería condenado, y si elegía el otro, se le dejaría ir en libertad. El tribunal, comprado por el asesino, había escrito en ambos papeles la palabra «Culpable».

El acusado siendo plenamente consciente de que estaba siendo víctima de un montaje, observó detenidamente las caras de todos los presentes, especialmente las de los integrantes del tribunal. Un sudor frío le recorrió la espalda, cuando vio, entre ellos, a un hombre, cuya mirada emitía la misma crueldad que la del asesino del callejón. El gesto impasible y la sonrisa disimulada del integrante del tribunal que parecía ser el asesino del callejón, le confirmaron lo que ya sabía: que todo aquello era un teatro cuyo final sería su muerte en la horca.

No pudo evitar sentir cierta mezcla de rabia y miedo cuando se percató del extraño gesto en la cara del hombre que le ofreció los papeles para elegir. En ese mismo instante, se dio cuenta de que en ambos papeles estaba escrita la misma palabra, «Culpable» para que no hubiera manera de evitar la condena: eligiera el papel que eligiera, saldría perdiendo.

Miró a los integrantes del tribunal, buscando algún atisbo de bondad, y pronto se dio cuenta de que no encontraría nada parecido.

En ese momento se percató de algo de lo que se hubiera dado cuenta en circunstancias normales y sin presión: que estaba absolutamente solo en esto y que la ansiedad y el terror a ser ejecutado no le estaba permitiendo pensar de un modo útil que le ayudara a encontrar alguna forma de eludir lo que parecía inevitable. Trató de relajarse y a pensar sin distracciones. Decidió centrarse en el presente, en la importantísima elección que tenia que hacer. Era imposible librarse, o eso parecía…

Entonces se dio cuenta de que estaba enfocando sus pensamientos a que era «imposible» librarse, cuando debía pensar lo contrario, y a partir de ahí, buscar una forma de hacer que las circunstancias trabajaran para él, y no al revés. Poco después de centrarse y permitir que su mente aceptara la idea de que era posible salir de esa terrible situación, vio claramente una solución, que puso en práctica de inmediato:

Lo que hizo, fue coger velozmente uno de los papeles, metérselo en la boca y tragárselo tan rápido como pudo.

El tribunal y todas las personas de la sala se quedaron atónitos. Unos segundos después de la sorpresa general, alguien acertó a gritar:

–  ¿¡Pero qué ha hecho usted!? ¡Y ahora cómo averiguamos la sentencia!

El inocente, sin poder evitar una ligera sonrisa y mirando fijamente al verdadero asesino, indicó:

– Es muy sencillo. Para saber mi sentencia o lo que ponía en el papel que he elegido, lo único que tienen que hacer es ver qué pone en el papel que queda…

Versión de Javier Martín de una fábula vista en Internet.

Precisamente esta Web, NeoParadigmas, tiene mucho que ver con este modo de pensar, porque como ya sabéis aquí se plantean otros modos de ver y entender las cosas en cualquier ámbito. Todo nuevo paradigma se alcanza con un pensamiento creativo o lateral.

He reescrito una historia que escuché hace mucho tiempo porque sirve para ilustrar algo que los especialistas en Psicología, denominan como Pensamiento Creativo, o Pensamiento Lateral, que consiste en un modo de pensar y afrontar los problemas que desafía la lógica común, planteando soluciones alternativas para cosas que aparentemente no tienen solución; o si la tienen, el Pensamiento Lateral permite encontrar soluciones mucho mejores.

Aquí la imaginación tiene buena parte del protagonismo. Es evidente que generalmente abordamos los problemas desde lo que denomino «enfoque común», que es el modo habitual, el que aprendemos observando cómo actúan los demás.

El término «Pensamiento lateral» lo introdujo el psicólogo maltés Edward de Bono, y se refería a ello como una técnica para resolver problemas creativamente y de un modo indirecto. Sería algo así como un modo diferente de organizar en nuestra mente lógica los diversos elementos de una situación o problema, planteándolos desde una perspectiva diferente, permitiendo que fluyan soluciones no lastradas por nuestros prejuicios o estrategias utilizadas habitualmente. En definitiva, se caracteriza  por conseguir soluciones o ideas fuera del alcance del pensamiento racional común.

Así pues, tal como narra la historia, cuando nos veamos en una situación sin solución aparente, cuando no sepamos qué hacer, tendremos que aplicar nuevos paradigmas de tratamiento de esas ideas, nuevos enfoques, dar cabida a posibles soluciones que parecen imposibles o no adoptables desde nuestro habitual punto de vista. Sólo así podremos abrir nuestra mente y nuestra lógica a modos de pensar o «pensamientos creativos o laterales», que nos permitan superar barreras y alcanzar imposibles.

Todo los grandes maestros, tanto científicos como espirituales, se han caracterizado precisamente por esta forma de pensar. Los seres humanos tenemos tendencia a rechazar todo aquello que cuestiona nuestras creencias, todo lo que difiere de nuestros paradigmas y lo que entendemos de la Vida o de cómo debe ser. Y ese es el principal problema del pensamiento creativo o lateral. Por esto, los grandes líderes espirituales y científicos que han cuestionado paradigmas añejos o inservibles han sido muchas veces atacados injustamente. Aunque al final, una buena idea, un paradigma inteligente, útil o sencillamente hermoso, ha sustituido al antiguo.

Podría mencionar a muchos líderes espirituales, o científicos, maestros en este tipo de pensamiento. Me viene a la cabeza Albert Einstein, todo un ejemplo del tipo de pensamiento creativo o lateral. Y qué mejor colofón para este artículo, que una de sus frases:

No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos.